Las parejas, cada vez son menos duraderas.
Antes duraban más. Nuestros mayores podían aportar a la relación, un capital de tiempo, diálogo y calma, que la hacía estable, las más de las veces.
En cambio, nosotros, que andamos atareados, presionados, hipotecados y desencantados, carecemos de calma, y en buena medida, de tiempo para construir una unión sólida. Hablando de construir, el cemento de este edificio no es otro que el diálogo, antes citado. El diálogo de tú a tú, otrora rey de la comunicación, ha cedido su lugar al bla-bla mediático, electrónico y global, y absolutamente impersonal.
Llega una discusión. Tal vez por una tontería. Nadie afloja. ¿ Claudicar es una tragedia ?. Se calientan los ánimos. Álguien cierra la puerta, con portazo, a veces. Y pareja rota, cada uno por su lado.
Este post es la crónica de una conversacíon entre buenos amigos que nos vamos de copas de vez en cuando. Uno de ellos, nos hizo notar que el fiasco, casi nunca deseado, de una unión, viene del hecho que simbolicamente llamamos " cerrar la puerta ".
Nada puede pasar por una puerta cerrada.
Si se dispone de la sabiduría necesaria para no cerrar la puerta del todo, dejarla un poquitín abierta, al poco, por la rendija, se irán colando dudas, disculpas, reproches, arrepentimiento, ¿ sonrisas ?.
¿ Se abrirá lo suficiente para que vuelva el amor ?.
Nunca, NUNCA cierres la puerta del todo.