Dejé de fumar durante unas semanas, y, pensando que ya habría dejado de gustarme, volví a probarlo. Me sorprendí a mi mismo notando que a la tercera calada, chupaba tan fuerte que se me subían los calcetines solos.
Recuerdo otra vez, que nos pusimos de acuerdo varios compañeros para dejar el tabaco. Avisamos al resto de personal de la planta, que si pillaban a uno fumando debería pagar una mariscada para todos. No se pudo entrar al WC sin máscara de gas, hasta que la dirección tomó cartas en el asunto y prohibió terminantemente fumar en los lavabos. Ni que decir tiene que los pobres fumadores pasivos nos perdonaron la mariscada.
Un día fui a pescar en una zona de acantilados, de muy difícil acceso. Cuando tuve las cañas varadas, amaneciendo aún, me dispuse a encender el primer cigarrillo del día. Debía estar muy gastada la piedra del mechero porque en vez de soltar chispa para prender el gas, se desprendió y saltó por las rocas hasta hundirse en el mar. Sin fumar fue imposible estar pescando; al cuarto de hora ya recogía los bártulos de nuevo y volvía a casa a mirar la tele, deteniéndome previamente en un bar para comprar tabaco.
Sentí lástima de mi mismo, luego. Estaba a merced de la adicción.
Entre esto, algún vapor químico que me tocaba respirar en el curro, y la muerte de un amigo con los pulmones destruidos, me decidí a decir adiós al tabaco para siempre.
Dado que echaba la culpa de los anteriores fracasos a la falta de mentalización, compré un CD, "usted puede dejar de fumar", o algo así, y lo oía todos los días mientras cagaba; aprovechaba los cinco minutos por partida doble, vaya. Era una voz como hipnótica, desgranando cansinamente las desgracias que acechan al fumador.
Hoy hace quince años que lo dejé; por aquel entonces, el inventor del "Nero" aún tomaba papillas y los CD´s se tenían que prestar. Y ocurrió lo del dicho: "CD ó libro dejado, perdido, roto u olvidado"; por ello no puedo compartir su contenido, aunque no creo sea difícil encontrar audios similares por la Red.
Pasados tres meses, acudí por recomendación a un médico naturópata, (herbívoro le llamo, de cachondeo) empezando un tratamiento con cuatro hierbas: pasiflora y valeriana, relajantes casi en exceso; acerola, una especie de disolvente del hollín; y unas algas, que tomadas junto con tres vasos de agua, producen tal sensación de saciedad, que al finalizar la medicación había adelgazado tres quilos .
Ese santo, (el médico) visita únicamente los viernes. Dijo: Mañana, sábado, fuma como haces habitualmente, y, antes de acostarte, tira todo el tabaco y mecheros que tengas. El domingo, desayuna, tómate las hierbas y vete a dar un largo paseo por el monte. Después almuerza, otra toma de hierbas, y te metes en el cine a ver una doble sesión; luego cena, hierbas y a la cama. (Una jornada nada propicia para tentaciones, ya suponéis).
El lunes, como si no hubiera fumado en la vida. Sin ansiedad, sin agresividad, notando más sabor en los alimentos, día a día, realizando esfuerzos sin sentir asfixia, riendo sin pausa, (cof, cof).
Antes pensaba, estoy disfrutando del agradable aroma que desprende el humo del tabaco, en una sobremesa, con el café, por ejemplo; y estos capullos de no fumadores aspiran nada más que aire, sólo para sobrevivir.
Y no, jamás volveré a fumar, ni aún en el caso que me desahucien. Tal es el subidón de calidad de vida que se alcanza abriendo al oxígeno las puertas que el tabaco cierra.
Y si, es muy grato el olor de un cigarrillo, especialmente rubio.