Cuatro veces aparecí por las teles.
Hacienda retuvo un 20% de mi modesto premio.
No percibí ninguna clase de amaño.
Aparte de muy profesionales, los que llevan el programa tienen un enorme aura.
Una vez, salí a las 5 de madrugada, llegué, grabamos, y me dieron un mini de tortilla a las 16. (El plató era una nave industrial y, en su disculpa, ocurrió en plena pandemia).
Sale por pantalla una dama escotada, de generoso pecho, y la audiencia -los señores más-, estará espectante a ver si se suelta el botón tirante. Y no; el botón está recosido y por detrás de la blusa han puesto un velcro y una aguja imperdible. No cabe error.
Algún concursante llega con una presunción, una chulería, como si lo fueran a fichar en Hollywood a la salida.
El taxista de Uber que nos acercó a los estudios desde el Ave, mencionó que sólo otros tres chóferes tenían la confianza de la cadena, porque "si contara lo que estaba cascando por el telefonillo un famoso, ayer, sentado donde tú, fijo que sería portada en la prensa del corazón".
Sin ganar nada, sales de allí con cara de merluzo, pero, concursar es, ante todo, pasar un dia apasionante e inolvidable.
Igual cuento alguna cosilla más en los comentarios...