Amigo emigrante

Over seven seas
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El capital obra igual que una bola de nieve cuesta abajo, absorbe lo que encuentra a su paso, se hincha, aplasta todo, dejando un rastro de desolación.
Acaba de bajar la bola por aquí.
El rastro: viviendas que nadie va a habitar, deudas y cochazos.
Grandes cochazos y desolación; que paradoja.

En esta tierra no hay oro.
Ni petróleo. Ni minerales preciosos.
Sólo hay unas gentes laboriosas que han disfrutado de una época sin grandes conflictos, alcanzando un singular nivel de bienestar por ello.
Y al atractivo capital, le ha faltado tiempo para venir a seducirnos, con sus plusvalías, su crecimiento...
Y se ha ido, dejándonos preñados de hipotecas, de edificaciones fantasma, de quincalla.
Y tú, amigo emigrante, has sido su cómplice.
Amén de estar en todas las listas de subvenciones, ayudas y prebendas, en las que, de veinte años a esta parte, no se incluye a ningún dignísimo García, por muy necesitado que esté. Espetándole ¡racista! al funcionario público, te has saltado todos los protocolos y listas de espera; ni menciono lo de las bajas laborales.
Con el beneplácito de todo el corro progresista, que ante la menor crítica, se disculpa de esta guisa: "si este bajón es mundial....".

Puedes continuar tu vida de nómada tomando el camino en pos del capital. O puedes regresar a tu casa con las ganancias que has logrado aquí. Pero si te quedas, recuerda en todo momento tu etiqueta de "último en llegar", nada llevadera en lugares donde las condiciones de convivencia son duras.
Y aquí lo van a ser.

Esto es simplemente la reflexión de un longevo usuario de estas pizarras. Respeto tu decisión de venir y respetaré el que te quedes, tanto como si te vas.
Aunque si por mi fuera, no hubiese permitido tu entrada hasta que la última vacante de barrendero, no hubiera sido cubierta por el último peón, encofrador o ingeniero en paro.
Otro gallo nos cantaría...