martes, julio 29, 2014

Naderías


Tengo la mano como la del muñeco Michelín y la cara parcialmente desfigurada por el encontronazo con unas avispas.
La lengua vellosa y negra, a causa -según el doctor Google-, de los antiinflamatorios que tomé en el primer ataque de tendinitis de talón de este mes. Parece que eso se cura solo.
El segundo ataque está siendo muy virulento. En espera de que me compren unas muletas, ando a cuatro patas, como un perro. El doctor de siempre me ha facilitado una explicación de la dolencia, junto con una tabla ejercicios para reforzar los tendones de la zona. (Web de culto para triatletas, esa....).
Como no hay tres sin seis, también sufro amigdalitis; el prospecto de la penicilina que me ha mandado el doctor "auténtico" advierte que en uno de cada diez pacientes puede ocasionar diarrea....¡Zasca!. ¡Ni toser puedo!.
Además, la descomposición me está causando almorranas. Si los alimentos son expulsados sin ser digeridos completamente, el ácido clorhídrico presente en los jugos gástricos abrasa la tráquea en caso de vómito, y el ojete con la diarrea.

Así fastidiado, he dedicado el día a actualizar esta fantástica agenda -ideal para pendrive-, en la que acostumbro a archivar gran cantidad de datos en cada ficha.
Arriba y abajo por la lista, es fácil rememorar el último contacto habido con cada una de las personas.
Una, concretamente, saludada hará unos quince días, patéticamente disimulada la sorpresa que me causó su tono enfermizo, su brutal pérdida de peso y la ausencia de su otrora tupida mata de pelo.

¿De qué me quejo, coño?.

1 comentario:

D.F. dijo...

Pues nada a descansar, ser abuelo es lo que tiene, ejem, ejem, ejem... vaya tos..