La excelencia de los productos que fabricas no merece el veto que les voy a poner.
Porque me ninguneaste propinándome tres anuncios seguidos en tres interminables tandas de publicidad, mientras visionaba una de las películas que, -sorpresa-, se salía de la más que rancia programación televisiva habitual.
La tele está dando sus últimos estertores. Y está ofertando publicidad a precios de derribo, por ello.
A saber porqué picaste de ese anzuelo. No te hace falta, de verdad.
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