domingo, agosto 24, 2025

La pintura en automoción (1).

 Antes de 1950, casi todos los automóviles fueron pintados de color negro. Eso cuentan -no estaba allí-.

Luego, empezaron a emplear colores apastelados, siempre con esmaltes nitrocelulósicos, "laca", "duco", de rapidísimo secado y, tal vez por ello, aspecto satinado; pero se podía sacarle brillo mediante pulido a mano o mecánicamente con pasta abrasiva.

La pintura se compone de pigmento -polvo de color-, y resina -el soporte.

El siguiente paso fué emplear resinas alquídicas, de secaje lento. Brillo de cerámica, aunque se forzase su secado en hornos a unos 150 grados. A la vez, avanzó la tecnología, consiguiendo colores más vivos.

Se empezaron a emplear pigmentos en forma de láminas de aluminio, dando lugar al curioso efecto de "microscópicos espejos" de los esmaltes metalizados. Éstos, por su defecto de oxidarse la parte del aluminio en contacto con la intemperie, envejecía prematuramente la superficie.

Hasta que en los años 70´ se selló la capa metalizada con un recubrimiento de barniz transparente de tecnología acrílico-poliuretano -continúa empleándose en la actualidad-, cosiguiendo un acabado de alto brillo y, sobre todo, duradero.

De hecho, se prosigue barnizando incluso los colores opacos, solucionando así la manía que tienen los rojos, por ejemplo, en tornarse rosados -sin esa barrera de protección-.

Los inteligentísimos yankees, persistieron aún muchos años pintando sus enormes carros con pintura Duco, obsoleta, satinada y de difícil retoque. Para comprar un coche moderno de diseño, tamaño, motor, ¡y pintura!, debían dirigirse a Europa o Japón.

Un pescador, al ver el efecto perlado cuando da el sol sobre unas escamas de arenque, lo mostró a un amigo pintor, éste lo comentó a una fábrica de esmaltes y ésta mandó a sus especialistas a desarrolar unas láminas parecidas al nácar para añadir a la pintura y lograr así una sensación visual como de perla, incluso más sorprendente que los metalizados. 

Continuará...

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