martes, diciembre 25, 2007

Braulio y Fabián

Compañeros de escuela y adolescencia, su amistad se truncó al quedársele pequeño el pueblo al inquieto Fabián; emigró a Suiza.
Por contra, Braulio asumió el futuro que tenía predestinado, hacerse cargo de la explotación frutícola familiar.
Pasaron cuarenta y tantos años.
Llegó a su oído que Fabían había regresado para quedarse, con su prejubilación bajo el brazo y unos aires chulescos nada acordes con el modesto trabajo de electricista del automóbil que allí ejercía, (según contó el boticario, pues el sobrino de su cuñada había recalado por casualidad en el taller donde trabajaba; ¡que pequeño es el mundo!).
Estaba Braulio terminando de fumigar los árboles cuando paró un coche al lado de su tractor.
- ¡Hola!.
- ¿Qué tal?.
- Braulio, ¿verdad?.
- El mismo.
- No sé si te acordarás de mi.
- Si hombre, claro que si.
- Pues he deducido que serías tú, al recordar que este melocotonar pertenece a tu familia, porque, la verdad, estás cambiadísimo, mucho, no sé, como muy envejecido...
- En cambio tú estás la mar de joven, Fabián, ¡anda y me tocas los cojones!.

1 comentario:

panterablanca dijo...

Hay gente muy engreída por el mundo.
Besos.