Fuí carrocero y me apena explicar que un coche inundado hasta las ventanillas es carne de desguace. El agua se va, pero la humedad y el barro se quedan. A las pocas horas, los interiores empiezan a oler a podrido, olor que no se va a ir jamás. La mecánica y especialmente la electrónica se pueden secar y limpiar, pero es imposible hacerlo completamente, con las frecuentes averías que ello puede suponer. Caso de no haber dado vueltas de campana por la riada, hay muchas piezas de la carrocería revendibles, por lo cual, el desguace puede abonar algún dinerillo extra de los restos.
Si el agua solo ha llegado a la altura de las ruedas o poco más, fotografiar (para reclamar, si procediera), y sin perder tiempo, desmontar y lavar con agua a presión, dejando secar muchos días, especialmente moquetas y asientos.
Informar del siniestro a la aseguradora con prontitud, y si la zona es declarada catastrófica, apuntar que el Consorcio de Compensación de Seguros abonó correctamente -esta vez, sí-, el último perjudicio ocasionado a los vecinos de mi inundable ciudad.
Que, por cierto:
Acabo de tomar esta foto del río. Si lloviera copiosamente, arrancaría toda esta maleza, llevándola a atascar los estrechos puentes de la carretera principal; entonces, vuelta a taponar entradas de viviendas y garajes, y aparcar el coche en el cerro, algo a lo que ya estamos acostumbrados.
(Volviendo a la foto, las riadas toman las curvas por el exterior y cada una desploma un trozo de esa montaña del fondo -a solucionar peraltando con una excavadora-; luego somos los paseantes del monte los que erosionamos...).
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