Aburrimiento inhumano.
Ninguna diversión -solo oración y recogimiento-.
Los cines iban alternando entre Ben-hur y Los doce mandamientos.
Pues, justamente en el cine fue dónde nos descojonamos la peña.
Cuando la entrega de las Tablas -creo que a Noé-, soltamos un par de docenas de murciélagos con los que nos habíamos llenado los bolsillos, capturados en una mina abandonada.
Los bichos son inofensivos, pero aún me da repelús recordar el contacto con su piel.
Nada, se frustó la sesión, desalojo de la sala, las venillas de la sien del teniente de los guardias civiles a punto reventar cuando amenazaba gritando sobre las consecuencias del escarnio.
Nulas consecuencias, supongo, si lo descubro después de tantos años...
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