Agro-historias nº. 3

Voy a ir numerándolas, porque tanto ganaderos como agricultores son un filón de anécdotas.
Llegó el granjero a sus instalaciones, aparcó el coche, se enfundó el buzo y las botas y procedió a la habitual limpieza de cuadras, como cada vez que se llevan las reses al sacrificio.
Con un tractor provisto de pala, se recoge el estiércol y se amontona en el exterior, tirándolo por encima de la valla. Luego se lava todo con agua a presión. Por fin se han concienciado los ganaderos de la importancia que tiene la higiene en las instalaciones, para prevenir plagas.
Nuestro amigo tuvo que ir a comer montado en el tractor, porque el coche le desapareció. Por la tarde fue a denunciar el robo.
Cansado de ir de prestado, a las tres semanas se compró otro coche.
Al cabo de unos meses, decidió emplear el estiércol para abonar unas tierras antes de sembrarlas. Iba cargándolo en el remolque, con su tractor, cuando apareció dentro de la pala, ¡el parachoques de su anterior coche!, ¡lo arrancó con las púas de la máquina!.
Sin pensar, había aparcado el coche debajo del vallado, ¡y luego lo enterró de mierda!.


Retiró la denuncia y malvendió el auto medio corroído a muchos kilómetros de allí. Tengo que preguntarle la marca del, sin duda, excelente ambientador con que disfrazó el tufo del estiércol.
Ésta historia se llevó muy en secreto y apenas la conocemos cuatro personas. El ganadero tiene malas pulgas y su enfado sería considerable si se enterara que sus aventuras circulan por la red.
Pero Toy, el intrépido reportero, apenas ha puesto en peligro su físico por compartir esta historia; el de los terneros no tiene Internet; ni tan siquiera computadora.
JUOOO, JUOOO, (cof, cof) JUOOOO, JUOOOOO.