lunes, abril 21, 2008

El origen de un apodo

Esto es un restaurante donde los empleados de una construcción cercana ocupaban más de la mitad del comedor a la hora del almuerzo. Su tema de conversación favorito era el fútbol. Los simpatizantes del equipo bueno pinchando a los del equipo malo y viceversa, de buen rollo, hasta el punto de contagiar las risas al resto de comensales, bastantes de ellos ni teniendo claro si una pelota es redonda o cuadrada. (Ser hincha de un equipo malo, es un defecto a subsanar).
Algunos días se infiltraba a comer con los albañiles un energúmeno, gigantón y mal educado, que abortaba cualquier intento de conversación con su socarronería y su vocabulario soez; y no era seguidor de ningún club de fútbol en concreto, por lo que aún daba más rabia que fastidiara la cháchara al personal.
Hasta que un día, se levantó de su silla un señor muy pequeñito, de oficio encofrador, creo recordar, y le dijo:
- Cállate cagao, que eres un CAGAO.
Ahora va el monstruo y le arranca la cabeza, pensamos todos los del comedor.
- ¿O quieres que les cuente a éstos porqué eres un puto cagao?.
- No, no.
Y se fue, casi sin probar bocado. No apareció de nuevo por allí.


Pudimos sonsacarle la razón del triunfo al encofrador.
El gigante trabajaba conduciendo un camión hormigonera y vestía un buzo y unas gruesas botas para protegerse de las salpicaduras. Cuando terminaba de verter el hormigón, algunas veces se iba a aflojar la tripa detrás de unos matorrales contiguos a la construcción.
(Llegados a este punto, tal vez sería recomendable reanudar la lectura una vez finalizada la digestión, si fuera el caso).
El buzo ó mono de trabajo es una prenda ciertamente incómoda a la hora de facilitar evacuaciones intempestivas. Y no te vas a poner en pelotas en pleno invierno para soltar algo de lastre.
El modo de proceder consiste en bajar la cremallera de la prenda, desvestir el tronco, a la vez que se introducen las mangas de los brazos dentro de las mangas de las patas, (para no ir arrastrándolas por el suelo) mientras se va bajando el buzo hasta la altura de las rodillas; los gallumbos a continuación, y ....¡torpedos fuera!.
Más fácil es desandar lo andado; sólo hay que meter los antebrazos dentro de las mangas y subirlos en una acción muy parecida a la de colocarse una mochila.
Y justo al realizar esta acción, el bobo de la hormigonera, que previamente no había replegado nada bien la parte de la espalda de su buzo, se estampó en pleno cogote todo el producto de la defecación.
Ahora le apodamos "cagao". Con fundamento.
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1 comentario:

Joyce dijo...

Por muy tonto que sea tu vecino, siempre encuentras uno peor. Éste es claro candidato...