miércoles, octubre 25, 2006

Metiendo la pata.

Unos asuntos de trabajo hicieron que conociera a una chica muy atractiva. Una de las veces que vino a traerme unos encargos, llevaba consigo a su pequeñín en un cochecito. Ese día iba vestida con una falda realmente corta. Mientras estábamos hablando, el pillín del crío estaba inclinado sobre un lado, jugando con una de las ruedas de su coche, y , en esto que volcó. Nada grave, pero, como sabéis, estos bebitos por nada se ponen a berrear a todo volumen. La mamá dió media vuelta, con prontitud, y se agachó para incorporar al nene.
De haber vestido una falda más larga o un pantalón, seguro que al instante hubiera estado auxiliándola en calmar a su rollizo hijo, pero me quedé bloqueado. ¡ Dios !. ¡ Vaya retaguardia !. ¡ REPLAY no !. Unos muslos que rozaban la perfección. Una tanga fabricada con nanotecnología. ( Un depilado pelín chapucero, por poner algún pero ).
Nada más que pude llevarme las manos a la cabeza, igual que un mimo cuando quiere gritar ¡ madre mía !.
En esto que había un hombre observando de cerca desde su automóvil; se dió cuenta de mi situación y se puso a reir. Le guiñé un ojo en plan camarada.
El tío éste resulta que es el marido de la chica; aquel día la estaba esperando.
Hace unos pocos meses de esta ocurrencia, y la chavala, cuando algunas veces me he cruzado con ella, es que ni me mira a la cara. Diría que su hombre se lo contó y no le hizo nada de gracia.
A veces le encuentro a él por los bares de nuestra perdición, y nos saludamos con absoluta normalidad, ¿ qué pasa, hombre ? - nada, cañeando, ya ves -.
Pelillos a la mar.

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