Mi sorprendente agenda

DÍAS LABORABLES:
- 8.48. Abandono la cama, ducha rápida y mordisqueo algo que encuentre a mano.
- 9.01. Entro a trabajar. Nada de magia; vivo en el 84, y en el 88 de la misma calle está el curro.
- 14.00. Almuerzo (ahí al lado)
- 15.00. "Travesía" y vuelta al tajo. Alguna conexión esporádica a Internet mientras (no fuera que por mucho faenar se terminara el trabajo).
- 21.30. Cena y película de la tele. Y de la mula, a veces.
- 0.30. Repaso los blogs amigos.
- 1.15. Media parte. Paseo al chucho unos cuatro quilómetros. Somos serenos vocacionales, los dos.
- 2.00. Escribo algo, o leo, o escucho "Hablar por hablar" de la SER. Ultimamente, disfruto curioseando algún blog con dos o más años de vida, desde el principio.
- 3.30. Me acuesto.

FIN DE SEMANA:
Desayuno en el bar, con los amigotes.
Algunos sábados por la mañana toca trabajar.
Comida-barbacoa con unos vecinos.
Siesta completa (aplícale el diminutivo al día, ya sabes).
Paseo en bici.
Ducha completa ("haciendo" rincones, granitos, manicura....).
Paseo a pie por el centro. Siempre hay alguna presentación, algún chisme o ropa que comprar, algunos conocidos a saludar.....
Cena de compromiso organizada por una asociación. (Pocas ganas de ir y menos aún de volver).
Domingo. Salida con las motos de trial. Bocadillo y bota en la mochila.
Almuerzo en un restaurante de culto, encargado hace dos meses. Lejísimos. Lo que tiene habitar en la provincia con más estrellas Michelin por cápita del mundo mundial.
Tarde apacible en los billares del barrio de al lado. Rienda suelta a la sed de alcohol (bueno, un par de chintonis) reprimida durante la comida, primero por lo de conducir sobrio a la vuelta, y también porque el granuja del restaurador de moda, multiplica al menos por cuatro el precio al que compra el vino.


Trial. Nada me hace disfrutar tanto. Bueno, de ombligo para arriba.

Bien, pues a esperar al lunes para descansar en mis once y pico horas de jornada laboral.