El perfil

No sé si será porque nadie se fía ni de su vecino, pero veo que los blogueros poneís un perfil que no hay por donde cogerlo, de tan escasa información que aporta. O anónimo o parapetado completamente. A veces, hay que intuir la humanidad del propietario por sus preferencias culturales, si ha tenido a bien citarlas. ¿Es un baile de disfraces, esto?.
Si vives en una ciudad de varios millones de habitantes, si tu blog es personal, si no te metes en cuestiones de política ni cuentas lo mala persona que es tu director, arremángate un poco el antifaz, leche. (Puedes editar y modificar el perfil cuantas veces quieras; añado un músico al mio casi todos los meses).
No pasa nada por poner una foto y tu ubicación más o menos exacta. Que alguien descubra que eres el pedicuro, la diputada o el guardia urbano, sólo será un dato más que complemente el perfil que tiene de tí.
Tampoco viene demasiado a cuento, pero quiero explicarte como ciertas personas obtuvieron beneficio siguiédole la pista a una faceta que desconocían de mi perfil.
Un día salí en la tele. Me apunté a un programa de preguntas con premio. Da igual que no sepas muchas respuestas, si posees desparpajo ante la cámara, te admiten. (Un tiempo en la radio es una buena base; apúntatelo, futuro triunfito).
Saqué de allí una experiencia muy grata y unas pocas pesetillas.
En una comunidad con menos de diez mil vecinos, mi aventura adquirió cierta entidad.
"Oye, mira quien ha ido a la tele a responder preguntas culturales; pero si el insensato éste cuando estudiaba sacaba suspensos hasta en recreo. Anda que si fuera uno de nosotros...."
En las semanas siguientes concursaron varios convecinos, algunos de ellos profesores, con notable éxito; uno incluso tiene el récord de dinero y premios ganados en el programa.
No un jamón, (que también) pero con un lote de embutidos ibéricos, se hubieran "regalado".