El presidente es la cabeza visible de un colectivo, habla de problemas y soluciones para cientos de miles o millones de ciudadanos, y no puede tener ninguna relevancia su opinión personal acerca de un tema determinado. Para el sacerdote.
Como sabemos todos, cuanto más alto se sube, más gordo es el tortazo de la caída. El Gobierno no controló la subida y por ello a nadie le vale la excusa de que la crisis es mundial. Sarkozy, a nada que se cabree, "agarra la vaca por los cojones"; completamente al revés que aquí, este gobierno es un barquito de papel al que cualquier brisa varía el rumbo.
Hace unos años los bancos decían: "añade un coche nuevo a la hipoteca, que no pasa nada". Y ahora les están devolviendo las llaves de viviendas que no valen la mitad; (el cliente tuvo alojamiento más barato que un alquiler, cuando nadie alquilaba nada). Y si alguna entidad "pringó" demasiado, ahí están los avales de la Administración para solucionarlo.
Se logra la adjudicación de una obra y después se subcontrata toda. Así ha estado funcionando la construcción.
Los alicatadores empiezan a las once, se meten unos "flays", y a eso de las cinco, cuando terminan, han hecho el trabajo de dos días. Increíblemente no empiezan a caer los azulejos hasta pasada la entrega de llaves.
Por ello, la jugada está en reconvertir "construcción" por "reparación", (o reformas, mejoras, etc.). Y hacerlo bien; cursillos, puesta al día en nuevos materiales, sistemas, utillaje, y la misma predisposición que estamos adoptando todos: aún arrimando más el hombro, las ganancias son ahora menores.
Y la vorágine productiva, también; hecho que corregirá, sin duda, una dramática carencia: la educación que los padres tienen que dar a sus hijos, sustituida en parte por burdas aportaciones materiales. Entiendo que por ahí nace, entre otros, el germen de la violencia de género, "mis padres nunca me dijeron NO, ¿me lo va a decir una chica?.
Aunque, maldita la gracia que le va a hacer esta explicación a la pluriempleada madre que no recibe la pensión de su ex-pareja.
Casi tanto como el tema crisis, me preocupa la impunidad. Una empresa que se ha hinchado de cobrar subvenciones, en dos días cierra y tira a todo el mundo a la calle. O la inmobiliaria que echa el candado sin construir ni devolver el dinero adelantado por los confiados compradores. Todo bajo un fino barniz de legalidad, que nadie parece capaz de levantar.
Veamos un ejemplo de agujero: a cambio de una factura de cien, se le dan quince millones al equipo deportivo esponsorizado, y ese club ya se encargará de hacer lo mismo con sus proveedores, y éstos.... Ochenta y cinco millones por aquí, otros por allá, y esa empresa con un concepto "tan alto" de la publicidad, va ¡y tiene pérdidas!.
Ya sé que es muy recurrente, pero hablando de impunidades, parece que la delincuencia internacional ha venido aquí a mogollón, del gran mafioso al pequeño carterista, ¿por qué será?.
Apechugar impunidades va curtiendo una especie de caparazón en la cordura de las gentes, que luego no puede traspasar ninguna solidaridad.
(Que lo sepas,^^).
El mismo presidente reconoce que la justicia no funciona. Estos organismos que no funcionan tienen unos vicios, unas inercias, unas prebendas, que tal vez no soportarían una modernización a saco. Recordemos el paso del recordado Ernest Lluch por Sanidad; trató de pactar una justificación del horario, de imponer unas incompatibilidades que podían estar incumpliendo unos diecisiete mil médicos, y tuvo que regresar de nuevo a su cátedra...
No le interesa a todo el mundo que la justicia funcione. Por ejemplo, a los deudores.
Y, ¿quién es el mayor de los deudores?.
Tokio 2021
Hace 3 años
2 comentarios:
Se perdió una parte del post escrito al día siguiente de la comparecencia de ZP en la tele.
Hoy, que he podido rehacerlo, ya no tiene la frescura de la inmediatez, pero tampoco se merece el olvido de la papelera; pienso.
Nada de olvidarlo, amigo.
Sobre todo para mí que soy firme convencido de que, como dices, el problema estriba en que el Gobierno no controló.
Soy más partidario de controlar los abusos privados con firmeza para que no nos la metan más que de lubricar ciertas actitudes para luego nos la metan igual.
Aunque sea con más suavidad.
Abrazos.
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