Una de contraseñas

Tienen un solo ordenador para los tres y casi siempre está apagado, apenas lo usan para nada.
Pero el día que está encendido, luego lo necesitan todos. Entonces vienen a usar el mío, que les cedo encantado por la excelente amistad que nos une. Me quedo en la mesa de al lado; es que están todo el rato: "a ver si sabes que pasa que no me deja entrar aquí", o "mira, mira que animación más graciosa me han enviado".
Hará como una semana que vino uno de ellos y me dijo:
-Con las veces que he abierto mi correo delante de tus narices, seguro te sabrás mi contraseña de memoria. Mira, es un tema muy delicado. Sería muy importante para mí poder entrar en el correo de uno de mis compañeros. Algo personal, sin repercusiones para nadie. Ayúdame.
Lo que le hubiera contestado a bote pronto, hubiera desintegrado nuestra relación de amigos; más me sorprendí a mi mismo respirando hondo, contando hasta diez, (¿la edad?) y respondiéndole:
-Mi propia contraseña me vuelve loco a menudo, cuando se me esfuma del cerebro; como para estar llevando la contabilidad de las contraseñas ajenas. Aparte de eso, intintivamente miro hacia otro lado cuando alguien la teclea; no hago lo que no me gustaría que me hicieran.
¡TOMA!

Cambiando de tema, los ojos de Jennifer Connolly me tienen completamente hipnotizado.